Soy coleccionista
de cómics desde hace ya muchos años –poco más de 30-, y que cada vez es más
difícil clasificarlos y organizarlos en una línea narrativa o por compañía
editorial, o por lo que más me gusta, sobre todo porque sólo compro lo que me
gusta: algo de DC, otro tanto de Marvel, poco de Dark Horse, y de menos algunas
editoriales independientes. Entre las cosas que tengo, además de historietas,
son juguetes, suvenires y películas, éstas últimas no sólo relacionadas con
cómics, sino con literatura y cosas que también me gustan.
En años recientes, del 2002 a la
fecha, las historietas han ocupado un lugar importante en las salas de cine,
por el fenómeno que provocara entonces el Spiderman
de Tobey Maguire, y que se ha extendido hasta hace unos días con Thor. Lo cierto es que esto no es nada
nuevo.
En 1977 saltó a la pantalla, del
cine en México y TV en Estados Unidos, el Sorprendente Hombre Araña, con Nicholas Hammond, que fui a ver con papá al cine Cuauhtémoc.
Recuerdo que la sala estaba atascada de niños con sus papás que no estaban muy
contentos de ver tamaño churro, pero que seguro les provocaba satisfacción ver
las caras de sus hijos, con los ojos desorbitados y las bocas semi-abiertas
cada vez que aparecía el araña con su traje de calcetín.
Por esos años apareció también en
la TV El Increíble Hulk, con la
mancuerna Bixby/Ferrigno,
que si bien no era mi favorita estaba entretenida y era el pretexto para que
los papás y los hijos, sobre todo varones, se apropiaran de la tele los sábados
por la noche para ver algo juntos. Al menos eso hacíamos el mío y yo, mientras boleábamos
los zapatos y comíamos mandarinas con cacahuates de greña, previo a nuestra
agua mineral con sal y limón.
Después vinieron el Superman de Reeve; Conan, el bárbaro, con Schwarzenegger;
El Capitán América, con Matt Salinger;
algunas peliculitas de Hulk, acompañado
por Daredevil y Thor; el Batman, de
Keaton, todo Star Wars, desde el ’77 también;
y otras cosillas animadas que estaban muy buenas. Todas las mencionadas en
principio eran actividad de niños y sus papás; después, de esos niños ahora papás,
con sus hijos (hijas, en mi caso).
Vino Dick Tracy, Blade, Spirit, Punisher, primero con Dolph Lundgren, después con Thomas Jane y por último con Ray Stevenson; The Shadow, Spiderman, en cuatro películas con dos versiones distintas; Hellboy, Daredevil, Elecktra, otros Hulks, Fantastic Four, Iron man, Thor, Capitain America, más Supermanes y Batmans, Avangers, ¡en fin!
Lo que quiero compartir es algo
que llamó mi atención hace dos días en la sala del cine, mientras veía Thor,
acompañado por mis hijas y mi esposa. La sala no estaba llena, pero era notable
que la mayoría del público era femenino… ¡ya no eran papás con sus hijos! ¡Eran
novios con sus novias, esposos con sus esposas, grupos de amigas mujeres solas!
¡Todas gritando cuando apareció el dios nórdico, como si se tratara de… no sé…
una estrella de rock o qué sé yo! ¡El viejerío
en pleno!
¿Para eso quería Disney la
franquicia de Marvel? ¿para quitarnos también ese bastión? ¿eso va a pasar con
la franquicia de Star Wars? Ahora sí
estamos jodidos…
Hasta luego...
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