martes, 16 de marzo de 2010

¿Represor, reprimido?

Lo que a continuación expongo es parte de un escrito que hice llegar a la Subdirección de la Normal, con la idea de presentar mi versión de lo acontecido el sábado 13 de marzo, en la sala tres del área académica.

Nos encontrábamos la Profra. Dora Elia López Alemán, asesora de la especialidad y un servidor, comentando los pendientes que me disponía entregarle este mismo día, cuando intentó hacerme recordar que entre ellos se encontraba una carpeta electrónica de mis alumnas de Español, que sin duda alguna al principio del curso solicitó, pero que, en honor a la verdad, no recuerdo siquiera haberlo registrado. Ante esto le dije que era, para mí, muy tarde para solicitarlo a mis alumnas y que no las presionaría de ese modo a un par de semanas de terminar el curso.

Una vez aclarado lo anterior me dijo que, junto al examen de regularización, debía solicitar un ensayo a la alumna que probablemente reprobará; le pregunté la intención del ensayo y compartí con ella mi opinión al respecto. Ella defendió el punto argumentando que era lo solicitado “siempre” en los momentos de regularización; le recordé que tenía apenas un semestre frente a grupo después de una larga ausencia en la Modalidad Mixta, pero que si era la norma se aplicaría aunque, para mí, dicho ensayo no tendría importancia.

Seguramente mi respuesta le disgustó, puesto que aprovechó, según sus propias palabras, que no estaban los demás compañeros para preguntarme los motivos de mis negativas, hasta ese momento siempre en tono cordial, aunque firme; ante la pregunta seguí argumentando que un ensayo no demuestra la capacidad de un alumno que no demostró sus habilidades durante el curso y que lo menos que debe dominar es el conocimiento duro que representa un examen de regularización que incluye el curso completo.

Según mi apreciación, su tono cambió una vez que llegaron dos compañeros de la academia, volviéndose más duros sus comentarios, y por ende, más duras mis respuestas. Dijo que hasta en “regulares” le han solicitado que aplique el ensayo a los alumnos que deben regularizar, a lo que respondí diciendo que nunca me lo han solicitado de ese modo. Insistió que a ella sí, que probablemente era una discriminación, y yo asentí, comentando que a mí, al Profr. Fernando, la Profra. Gloria, a manera de listado inconcluso de compañeros de la especialidad, no nos los han solicitado.

Su respuesta fue tajante: -“A ustedes tal vez no porque son un grupo mejor que nosotros”, y asentí respondiendo que tal vez a ella sí por que es de un grupo peor que el nuestro. Una vez dicho esto no permití que siguiera hablando, y alzando la voz le dije que no toleraría otra falta de respeto, pues su comentario me pareció grosero y poco ético de su parte. Debo aceptar que también me porté grosero cuando le dije que resolviera lo del examen que me falta entregar, y lo de su “pinche ensayo”, motivo de todo este enredo.

Por obvias razones el escrito que contiene este fragmento fue copiado al Secretario General del STENSE y a mi (tía) Directora - hoy que recuerdo olvidé pedirles que firmaran de recibido-, que ya estaban enterados del conflicto. Sabía que las noticias corren rápido, pero no sabía qué tanto ¡y con qué variedad de versiones!
Lo que me encendió realmente de Dora fue el ustedes y nosotros, fue el distingo en el que se hace víctima, fue la postura falsa que ofreció mientras estábamos solos y la máscara que se puso en cuanto llegaron los dos compañeros, fue la absoluta sumisión con la que se dirige a cualquiera cuando está sola y la prepotencia de sus impertinentes comentarios con testigos que nunca se atreverían a decir la verdad completa porque en ella se les acaba la chamba.

Ese mismo día fui citado en la dirección. Me advirtieron que la cámara estaría grabando la conversación para asegurar que, si los ánimos se enaltecían, quedara registro de lo que allí se dijera. La medida no me molestó, yo estaba seguro de no volver a exaltarme, pero no estaba seguro de si mi directora reprimiría su disgusto y me arrebataría la palabra sin permitir dar mi versión de los hechos, como suele hacerlo cuando se enoja. La pregunta es ¿también grabaron a Dora?

Estuve a punto de solicitar la presencia de un testigo, puesto que en la sala estaba el Secretario Académico dando su apoyo (y cuidando, supongo), a la Dire, pero decidí, todavía no sé si fue un error, confiar en ambos. La conclusión del conflicto fue simple: entregaré, porque así lo propuse por escrito, lo que no entregué ese día, vía correo electrónico, para no provocar malestares ajenos, ni propios, que son los que más me importan.

Tratamos también el caso de un alumno que agotó sus oportunidades, y a quien, según entendí, le será otorgada una más con otro maestro… Evito comentarios de esto, pero agradezco que no me quiten más tiempo con ese alumno.

Mientras tratamos el punto del párrafo anterior fui adjetivado como represor. El calificativo fue producto de lo que les han dicho de mi trabajo y lo que han supuesto de mi expediente. Pero aclaremos el término: un represor es el que reprime; es decir, contiene, refrena, modera, eso es parte de mi trabajo. La palabra utilizada por mi (tía) directora, creo que estaba encaminada más bien al latinismo reprehensus, que deriva al vulgo represalie. Represalia es un trato de rigor, que sin llegar a ruptura de relaciones, se adopta para vengarse o satisfacerse de una acción agraviante; un acto de venganza, en pocas palabras.

¿De qué tendría que vengarme con mis alumnos? ¿de un Varela o Rogelio que me hicieron leer con una perspectiva distinta a la tenía? ¿de un Emilio Garma que pacientemente me trató en clase y que después me cobijó, junto con otros, ya como maestro? ¿de un Tomás Pantoja que, pese a lo que sea que la historia de la Normal le recrimine, siempre cumplió como mi maestro? ¿de un Higareda? ¿de Minaya y Paco Ramón? ¿de un Arellano malo en principio y otro bueno después? ¿de los que no menciono porque sólo les aprendí lo que no se debe hacer (y algunos están en la administración)? ¡Por favor! ¡Yo le debo a la Normal!

El que no permita retardos a mi clase ¿es venganza? El que exija esfuerzo de mis alumnos ¿también lo es? Acepto que no soy de Calcuta, pero no soy inhumano; un poco insensible, sí, pero juego con la canasta de mis alumnos: si veo que no pueden, modifico mis criterios y el nivel de exigencia se flexibiliza; pero si sé que pueden dar más, porque lo demuestran o lo presumen, los mantengo alertas para su propio beneficio y el de sus futuros alumnos, que pueden ser mis nietos. ¿Los resultados? En cada grupo que he trabajado se notan a mayor o menor escala, echen un vistazo a los grupos de mi especialidad donde se trabaja a toda marcha desde el principio.

Tal vez estoy mal desde el principio, tal vez no tengo el tacto fino para hacer y decir las cosas, tal vez no sé enseñar como lo exige la norma (¿cuál norma dice cómo enseñar?); pero tratar con adultos no es tratar con adolescentes en formación, y en la Normal se trabaja con adultos que deben asumir su rol de futuros profesores, no sólo de estudiantes. Por mi parte seguiré intentando compartir lo que tengo y lo que soy, al fin de cuentas serán mis alumnos quienes me pongan o me quiten de su historia y eso es lo realmente importante.

Hasta luego, tengo que seguir flagelándome hasta perder el conocimiento de nuevo. Me faltan quinientos y después a descansar.