sábado, 12 de abril de 2008

39°

La luna se ve desde mi ventana. Gorda. Blanca. Refulgente. Me acosa. Me ciega. Me vigila. La extraño. No puedo apartar su rostro ni su nombre de mi memoria. ¿Dónde estará? Esta noche olvidó su pálido manto y se puso traje de luz. Entró a mi alcoba sin tocar. Por la ventana. Lenta. Sigilosa. Fría. El calor es sofocante. La extraño y la veo. La acuesto a mi lado y la toco. Despierto. Me ciega. Me seduce. Lentamente me toca. La pared. Mi cara. Mi pecho y manos. Me hace el amor. Se sacia. Me olvida. Insatisfacción. La sueño en blusa roja, mezclilla y zapatos nuevos. Se ve hermosa. Me acerco y... La luna me ve como la ve a ella. La envidio. El colchón está mojado de sudor. Terminé mi agua. La luna me observa. Se burla. La odio. Ha de estar saciando sus lesbianas actitudes con ella. Ella me ama a mí. Tú también me amas. No me dejes. Estiro mis dedos y oprimo mi sexo para ejercitarlo. No puedo. No despierta. No hay por qué. Frustración. La extraño. La veo por mi ventana y con su redondez recuerdo la redondez de sus pezones perfectos. Pequeños. Erguidos. La amo. Me aman. Intento tocarla. No puedo. Distancia. El calor. No lo aguanto. Bebo el sudor de mi almohada y la luz de ella. Apago el reloj pues no soporto más luz que la de ella. Su foto. La toca. Sueño. Grito. ¡Aléjate de ella! ¡No la toques! Me ve. Se burla. Me ciega. Estoy solo. Recuerdo un “Te amaré siempre”. Luna. Calor. Sed. Sueños. Insomnio y otra vez. Corro la cortina. Oscuridad. Cruda moral. Erección. Adiós. La extraño. La amo. Me ama. Me odia. Tengo calor. Menciono su nombre. Me duermo. Estoy ciego... pero la amo. Luna, también a ti, pero no la toques.