jueves, 20 de diciembre de 2012

Hablé con ella


He procurado desde hace algunos años mantener una distancia prudente con mis alumnos de la normal. Distancia en el sentido de no involucrarme con ellos, porque cabe la probabilidad de que algunos dejen de ver la línea que existe entre el amigo y el profesor; prudente porque en ese juego de cruzar de un plano a otro ocurren cosas de las que después no te puedes despegar. Lo anterior me ha ganado el título de insensible hasta la burla, de tal grado que ahora resulta que mi carro es más sensible que yo.

Hace unos días me reencontré con un exalumno que me guarda en su memoria más bien como compañero de un grado superior, y es que entre mi graduación y mi ingreso a trabajar en la normal, apenas pasó un verano, de modo que si bien no me había topado con tal cosa, no es raro que haya sucedido. Me recordó algunas reuniones de alumnos en las que participé sin beber alcohol, lo cual le parecía raro porque tenía referencias de que en esa época me defendía bien ante una cerveza o una botella deloquefuera.

Este fin de semana mi hermano Carlos conoció a otra de mis alumnas que me reconoce como alguien a quien no le gusta compartir con sus alumnos sino el trabajo del aula y los diferentes proyectos que habían de desarrollar como producto de una clase. Otros me niegan o mientan la madre, otros más se muestran agradecidos cuando nos saludamos y otro tanto creo que me estima aunque sea un poco por los detalles en los que hemos coincidido.

No suelo ser muy expresivo y mucho menos sentimentaloide, pero sigo sintiendo cercana a aquella generación que acompañé desde primero hasta octavo; no a todos por supuesto, pero sí a quienes me dieron algo de sí y se llevaron algo de mí. Sarahí, Juanito, Jair, Magda, Miriam, Priscila, Karina, Myrna, Ruth, Rosy, Gloria, Juany, Lorena… Todos emprendedores, como la mayoría de los alumnos con quienes he departido, invencibles en espíritu y fuertes en determinación.

Juany hoy mismo lucha sin ceder un solo round contra un padecimiento que tampoco se rinde, pero que tarde o temprano tendrá que irse. Lorena perdió de pie la pelea hace unos meses, eso me mató un poco porque no me atreví a despedirme de ella entonces, como lo hice antes de otro alumno, Randolfo, que perdió también la batalla y a quien llegué a estimar y admirar por hacer lo que quería hacer.

Ayer me llegó una notificación publicitaria a mi cuenta de Facebook, de parte de Lore. Primero me molestó mucho, después entendí que es parte de lo que esa red hace; por último, para decir adiós, la eliminé de mi lista de amigos. Esta noche por fin me despedí de Lorena Sainz en un sueño... Hablé y solté una lágrima o dos con ella, y me despedí. Vestía de verde y blanco, el día era soleado y nos sentamos en el umbral de una puerta. Le dije que lamentaba lo sucedido y que pronto olvidaría su sonrisa aunque no el concepto de ésta, le dije que, igual que sus amigas, la extrañaría mucho. Le di un abrazo que sentí cálido y con su sonrisa me dijo adiós.

“¿Qué quiere decir eso?” Preguntarán algunos… “Una cuenta pendiente” diré.

Hasta luego.

jueves, 29 de marzo de 2012

Líder(es)


Esta semana a mis compañeros de la escuelita les ha dado por preocuparse por el liderazgo de los demás, mientras intentan demostrar su valía como líderes; algunos de ellos podrían ser buenos líderes si tuvieran más iniciativa y mayor capacidad de decidir, cuando menos, por ellos mismos lo que les conviene, sin dejarse arrastrar por lo que otros opinan, hacen o dejan de hacer.

Las diferentes posturas sobre el significado de liderazgo son alentadoras, pero lamentablemente, muchas de ellas, ni siquiera son originales, razonadas o propias sino de Wikipedia, alguna cadena de esas que rondan en los correos de todos, de Facebook, powerpoints.org, o de los libros de César Lozano (perdón, de los vídeos de YouTube)… -guardaré mi opinión sobre la última referencia-. De pronto todos son expertos en el tema y arman el perfil del líder perfecto: el que los escucha y hace monadas para ellos, el que les puede dedicar todo el tiempo del mundo sin derecho a pedir su atención, y cosas por el estilo.

Que si suma o resta, que si es fuerte o abusivo, que si dice o calla, que si hace o haraganea, que si es buena onda y justifica lo injustificable, que si se junta con unos o con otros y cosas por el estilo son las que han rondado los pasillos y la verdad me parecen divertidos, aunque debo confesar que a ratos me desconcierta el hecho de que los comentarios, bajo un anonimato mal escondido y peor intencionado, tienen dirección pero no remitente. Lo que se dice no es de frente y pretende confundirse entre las enaguas del resto de mis compañeros y compañeras.

La verdad es que siempre me he considerado un líder, y en más de una ocasión se me ha reconocido como tal. Bajo esa premisa, puedo asegurar que un líder no busca sumar ni restar pero permite, sin hacer juicios, que los demás se sumen o se retiren de acuerdo a la conveniencia del momento, porque él mismo se adhiere o se sustrae según la circunstancia y la situación. Lo que identifica a quien posee el liderazgo es, muchas veces, la coherencia entre el decir, sentir, pensar y hacer, cualidad que muchos de mis compañeros no tienen.

Risa fingida para autografía...
Quien dirige cualquier situación debe tener la vista puesta en lo que sigue, y no necesariamente en lo que ya está resuelto; lo difícil de esto es que debe contar con la confianza suficiente, propia y de quienes le siguen, para actuar con la mayor libertad posible y, sin duda alguna, la medida de confiabilidad que depositen en sus actos, no depende de él, sino de aquellos que buscan el beneficio de su guía. Así que aquí entran las palabras de Rocky Balboa: “No es golpear duro lo que te hace [líder], sino soportar tantos golpes como sea posible recibir y aun así mantener las ganas de seguir…

Esta semana logré que la mayoría de mis compañeros pensaran en mí como su líder, que hablaran de ello y que se sintieran parte de algo… no lo soy, no pretendo ni me interesa serlo. Afortunadamente sólo soy su representante y eso, eso está a punto de terminar y cuando eso pase, volveré a mi estado natural: escopeta para patos…

Hasta luego.

domingo, 5 de febrero de 2012

Cuestión de confiar


La confianza es, según el diccionario de la RAE, la esperanza firme que se tiene de alguien o algo, y me parece que últimamente juega un rol importante en los diferentes círculos sociales; por ejemplo, cuando sales de paseo, al trabajo, a buscar la cena o la escuela, confías en volver a casa sano y salvo, aun cuando las probabilidades de lo contrario aumentan cada día, y del mismo modo esperas regresar y no encontrarte con malas noticias.

En mi caso, la confianza es una especie de motor que me permite establecer parámetros de compromiso con mis amigos, familia, compañeros de trabajo, alumnos y gente que me rodea; y es que, aunque suelo ser mal pensado (para no errar), no puedo evitar depositar mi confianza en los demás sin más seguridad que la buena fe, con la firme esperanza de algún día recibir el mismo trato.

Una pequeña muestra de los
confiables... Los alumnos, claro...
En mi trabajo sucede lo mismo: confío en mis alumnos. De los que pronto ocuparán las aulas como docentes, espero que hagan su mejor papel: que exijan mejores clases, que alcen la voz con buenos argumentos cuando tengan que hacerlo, que sean buenos lectores y que se transformen en buenos maestros; de los otros, los adolescentes que atiendo por las mañanas, espero que se conviertan en adultos conscientes del esfuerzo que exige su entorno para sobrevivir, que entiendan que lo que hacen sus padres es para su beneficio y que la tarea que nos han encomendado en la escuela tiene que ver con su futuro.

Hace unos días escuché con desaliento a un padre de familia que decía confiar la educación de sus hijos a la escuela, y por más que intentaron explicarle que eso le tocaba a él y que a la escuela sólo era responsable de instruirlo, seguía cada vez más molesto con su misma canción. Lo anterior fue provocado porque en la escuela a donde asisten sus hijos se presentó un caso bullying que había pasado desapercibido por los maestros, hasta que el niño acosado se ausentó de su casa para refugiarse en la de un amiguito. Lo curioso es que los papás se dieron por enterados de la desaparición hasta después de las 22:00 hrs. ¿la culpa es de la escuela?

En otra parte me he enterado de un par de niños de siete años que practicaban sexo oral en el aula mientras la maestra, de contrato, preparaba su celular para grabar en caso de balacera, tal vez con eso le dieran la base o mínimo un premio. En ese caso, que nadie reclama públicamente, sin lugar a dudas la maestra faltó a la confianza depositada en ella, pero el acto tiene su origen en casa de los niños, no es la escuela. Cabe señalar que la profesora perdió el contrato bajo la mayor discreción.

Profesores incógnitos de Secundaria
Hace unos días, tema resonado hasta el desgaste, otra maestra dejó olvidado a un alumno en el salón, hasta el día siguiente que lo encontraron dormido bajo el escritorio. Se ha dicho que lo castigó negándole la salida y que con toda intención puso candado a la puerta para evitar la fuga del pequeño; pero también se ha notado que se trata de una batalla entre televisoras y cualquier cosa que se diga al respecto tiene ya poca credibilidad. Quienes conocen el caso pueden responder: ¿culpa de la escuela?

En mi escuelita han pasado cosas también: una maestra que deja a los alumnos mucho tiempo después de la hora de salida, otra que los encierra con candado para que no se salgan del salón mientras ella se ausenta, otro que les da a leer cuentos que calan en las buenas costumbres familiares de alumnos con inocentes consciencias, y más. Lo más reciente fue una excelente plática sobre las consecuencias de los usos y abusos de las drogas, dirigida por jóvenes rehabilitados y que, por cierto, no representan a ninguna religión, pero que terminaron con cantos y oraciones que tienen origen en alguna religión o creencia religiosa.

Si bien el sentido de la charla fue bueno, incluir oraciones e imposiciones de manos mientras se invita a la reflexión, va en contra del artículo tercero que señala que la educación será laica y, por tanto, se mantendrá por completo ajena a cualquier doctrina religiosa”; allí se faltó a la confianza, no sólo de los padres, sino de la sociedad y de las leyes que nos rigen. Si algún papá hubiera protestado por esto, tengo claro de qué lado me pondría…


Tal vez algunos educadores tengan desviado el camino, tal vez algunos planteles se dirigen a discreción y se regulan conveniencia de las autoridades; tal vez algunos abusamos de la confianza o la usamos para andar en la calle tranquilos; pero lo que nadie puede negar es que mientras algunos tienen confianza, otros salen con fianza. ¿La escuela tiene la culpa?

Hasta luego.