He procurado desde hace algunos
años mantener una distancia prudente con mis alumnos de la normal. Distancia en
el sentido de no involucrarme con ellos, porque cabe la probabilidad de que
algunos dejen de ver la línea que existe entre el amigo y el profesor; prudente
porque en ese juego de cruzar de un plano a otro ocurren cosas de las que
después no te puedes despegar. Lo anterior me ha ganado el título de insensible
hasta la burla, de tal grado que ahora resulta que mi carro es más sensible que
yo.
Hace unos días me reencontré con
un exalumno que me guarda en su memoria más bien como compañero de un grado
superior, y es que entre mi graduación y mi ingreso a trabajar en la normal,
apenas pasó un verano, de modo que si bien no me había topado con tal cosa, no
es raro que haya sucedido. Me recordó algunas reuniones de alumnos en las que
participé sin beber alcohol, lo cual le parecía raro porque tenía referencias
de que en esa época me defendía bien ante una cerveza o una botella deloquefuera.
Este fin de semana mi hermano
Carlos conoció a otra de mis alumnas que me reconoce como alguien a quien no le
gusta compartir con sus alumnos sino el trabajo del aula y los diferentes
proyectos que habían de desarrollar como producto de una clase. Otros me niegan
o mientan la madre, otros más se muestran agradecidos cuando nos saludamos y
otro tanto creo que me estima aunque sea un poco por los detalles en los que
hemos coincidido.
No suelo ser muy expresivo y
mucho menos sentimentaloide, pero sigo sintiendo cercana a aquella generación
que acompañé desde primero hasta octavo; no a todos por supuesto, pero sí a
quienes me dieron algo de sí y se llevaron algo de mí. Sarahí, Juanito, Jair,
Magda, Miriam, Priscila, Karina, Myrna, Ruth, Rosy, Gloria, Juany, Lorena…
Todos emprendedores, como la mayoría de los alumnos con quienes he departido,
invencibles en espíritu y fuertes en determinación.
Juany hoy mismo lucha sin ceder un
solo round contra un padecimiento que
tampoco se rinde, pero que tarde o temprano tendrá que irse. Lorena perdió de
pie la pelea hace unos meses, eso me mató un poco porque no me atreví a
despedirme de ella entonces, como lo hice antes de otro alumno, Randolfo, que
perdió también la batalla y a quien llegué a estimar y admirar por hacer lo que
quería hacer.
Ayer me llegó una notificación
publicitaria a mi cuenta de Facebook, de parte de Lore. Primero me molestó
mucho, después entendí que es parte de lo que esa red hace; por último, para
decir adiós, la eliminé de mi lista de amigos. Esta noche por fin me despedí de
Lorena Sainz en un sueño... Hablé y solté una lágrima o dos con ella, y me
despedí. Vestía de verde y blanco, el día era soleado y nos sentamos en el umbral
de una puerta. Le dije que lamentaba lo sucedido y que pronto olvidaría su
sonrisa aunque no el concepto de ésta, le dije que, igual que sus amigas, la
extrañaría mucho. Le di un abrazo que sentí cálido y con su sonrisa me dijo
adiós.
“¿Qué quiere decir eso?” Preguntarán
algunos… “Una cuenta pendiente” diré.
Hasta luego.