domingo, 5 de mayo de 2013

Mia mamma...


Por lo regular a mis logros académicos y profesionales les encuentro su origen en el ejemplo de mi padre contra quien, la verdad sea dicha, he competido desde que tengo memoria; primero, porque la mayoría de mis maestros resultaban sus amigos y siempre anteponían su nombre al mío en las diferentes actividades que tenía que desarrollar para honrar el nombre que porto. En segundo lugar, porque el ejemplo que ha dejado en quienes lo conocemos se presenta sencillo en los decires y deja libre la oportunidad de alcanzar sus logros y superarlos, por qué no. Debo destacar que esto último muchas veces es casi imposible, dado que entre el decir y hacer existe una gran distancia.

De quien pocas veces me permito hablar, tal vez porque es incompartible, es de mi madre. Compañera inseparable de papá desde que ambos estudiaban, motorcito infatigable; núcleo de las reuniones familiares; conciencia, y verdugo muchas veces, implacable de sus hijos; amorosa con los nietos y consentidora especialmente de quien escribe, aunque no por eso menos rigurosa. Es de ella de quien me cuido que se entere de mis tropelías, porque estoy seguro que sin piedad me escupirá en la cara, como ya lo ha hecho, mis culpas y la penitencia en el mismo salivazo.

Hace unos días, mientras hablaba con mi esposa de esta señora que me cuidó de niño, me soltó una pregunta que aún no puedo responder y que pretendo, en estas líneas llenas de ocio, explicarme para ver si así se me aclara la incógnita. Preguntó cuál era mi visión de mi madre, ante la imagen exaltada de papá, pues si bien es cierto que todos admiramos a este último, mucho tiene que ver el testimonio que tenemos sobre la forma en que ella nos hacía visualizar al viejo.

Igual que mi padre, ella es maestra que trabajó hasta el último momento previo a su jubilación; es día que cuando se pasea por algún centro comercial o tienda departamental, se topa con quienes alguna vez fueron sus alumnos, y todos ellos la saludan con mucho respeto y aparente cariño. También cuando ha tenido la oportunidad de acompañar a alguna de mis hermanas que comparten su profesión, o a mi papá, no falta que alguna madre o padre de familia que atienden, haya pasado por su aula. La diferencia entre el desempeño de papá y de mamá, es que mientras él corrió por muchas escuelas, ella se mantuvo principalmente enclavada en una sola comunidad, con salidas breves a otras escuelas cercanas siempre a casa.

No tengo ninguna duda en que mis hermanas, y yo mismo, nos sentimos atraídos a la casa paterna por ella que siempre tiene algo que dar; sé que en los logros de papá ella siempre ha estado presente, como lo ha estado en los nuestros; y si bien siempre ha pretendido que papá sea el centro de las reuniones, es ella la que las define, convoca y organiza.

Hoy todos estamos en torno a ella, como haciendo fiesta para minimizar la situación (al menos yo por aquello de proteger al máximo lo que siento) ante papá que está más preocupado que todos sus hijos juntos. El motivo… el motivo es una cuestión de salud bastante delicada, con una cirugía de por medio; pero conociendo a Rosa Elva como la conozco, pronto estará en pie para seguir dirigiendo desde las sombras a la familia. ¿Alguna vez han leído La mamma, de Puzo? Así la imagino pronto, pero con menos tragedia…

Hasta luego.

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