En el mes de agosto dio inicio un curso de Actualización en Tecnología para Escuelas de Educación Básica que es parte del Programa de Liderazgo en el Uso Pedagógico de la Tecnología. Dicho curso tuvo como propósito dar a los docentes las herramientas conceptuales y prácticas suficientes para que diseñen, desarrollen, implementen y compartan productos educativos basados en el uso de tecnología de tal modo que puedan mejorar las formas de enseñanza y, por consecuencia, el aprendizaje de sus alumnos.
La propuesta de las secciones sindicales 50 y 21 fue trazada por personal del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) y fue desarrollada a través de una plataforma electrónica llamada Blackboard, además de incluir dos sesiones presenciales, único momento en que se tuvo contacto directo con quienes dirigieron el curso, el resto de la comunicación se hizo vía electrónica.
El sentido del curso es una excelente idea que seguramente traerá buenos resultados a la larga, pero la experiencia que ha dejado dicha instrucción es, además de provechosa, frustrante. Lo primero porque estoy convencido de que quienes participamos en esa aventura sabemos la importancia de adaptar el uso de la tecnología para llevarla a las aulas, con nuestros alumnos; lo segundo, porque, aun cuando el ITESM es una institución de prestigio internacional, dejó mucho a la deriva en cuanto al proceso instruccional.
Entiendo que esa puede ser una estrategia de trabajo: dejar que los alumnos hagan, resuelvan y modifiquen la forma tradicional de aprender, aquella que tiene que ver con el contacto cara a cara con el instructor; pero al parecer, quienes diseñaron el programa, no tomaron en cuenta que estaban trabajando con docentes de educación básica, que aun cuando hacen uso de la tecnología para diseñar una presentación en power point, una tablita en Excel o un documento de Word, no son expertos en el manejo de la misma.
A lo largo del curso se propuso una serie de actividades que debían desarrollarse en equipos o de forma individual, según el caso; sin embargo, la primera actividad que debía entregarse tuvo la gran dificultad de ser en binas. No, lo difícil no era trabajar con otro, sino hacerlo sin saber quién era ese otro, pues a un día de la fecha límite de entrega del producto, el responsable del grupo no había publicado la lista donde se mostraba la integración de equipos.
Lo peor vino cuando, en un estado caótico, los integrantes del grupo, más de treinta maestros, exigían saber con quién trabajarían esa primera actividad mientras la respuesta inflexible del instructor era que no aceptaría productos de forma individual, sin siquiera percibir el error que estaba cometiendo él mismo contra sus políticas de aplicación del curso.
Afortunadamente la situación mejoró en ese aspecto, se corrigió la postura y el trabajo siguió su cauce, hasta que nos dimos cuenta que el mismo instructor, quien antes había exigido la entrega puntual de los productos, aunque fuera sábado o domingo, no contestaba los mensajes que se dejaban en la plataforma ni en su cuenta personal por ser fin de semana. Nunca entendió que quienes tomábamos el curso trabajamos igual que él de lunes a viernes, en uno o dos turnos en distintos horarios al suyo, y que los días que podíamos dedicarle a las actividades se concentraban en los mismos días que él descansaba.
Los mensajes se acumulaban y su respuesta a estos se dejaba ver ausente, o distante en el mejor de los casos. No sé si eso también era parte de su estrategia, pero insisto en decir que él, y el equipo que lo respalda, estaban equivocados. Se suponía que de cada producto recibiríamos retroalimentación para saber si las actividades se habían acercado a lo sugerido por ellos… Es fecha que nadie ha recibido sus comentarios; lo más próximo fue un “Después lo comentamos” a través de la cuenta personal de un compañero, haciendo referencia a uno de los últimos productos entregados.
Una idea muy buena que tuvieron fue crear un espacio de asesoría técnica para aquellos que necesitaban ayuda sobre el diseño del producto final; lo malo fue que quien estaba a cargo de responder las dudas no siempre entendía los cuestionamientos de los compañeros o no sabía cómo resolver las situaciones planteadas. Por otra parte, la mayoría de las participaciones en este foro eran preguntas básicas que encontraban respuesta, las más de las veces, antes de que el especialista reaccionara.
Con todo lo dicho no trato de excusar a mis compañeros, ni a mí mismo, en el manejo, poco o mucho, de la tecnología -se supone que escogieron a quienes teníamos mayores posibilidades de salir adelante con los productos sugeridos-, pero personalmente me dio la impresión de que, como el curso estaba dirigido a maestros de Educación Básica, nos dieron las sobras de un programa que tal vez no vendieron, sino que se ofreció como un servicio social del Instituto, o que al tratarse efectivamente de “profes” no pusieron la atención que hubieran puesto a alguien que seguramente en lo futuro les dejaría ganancias más significativas de las que nosotros podemos aportar, o para no ser mal pensado, que se trata de un programa piloto que busca eco a nivel nacional.
La primera etapa del proyecto termina en unos días, 14 de octubre, y la siguiente fase implica que seremos nosotros quienes compartamos la experiencia con los siguientes compañeros; mi pregunta es ¿será conveniente para ellos que lo haga? No lo sé. Seguramente me enteraré después de que lean este texto.
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