Llegó a la escuela a la
mitad del primer bimestre; nada era complicado entonces, elegías la escuela y
llegabas, sobre todo si tu mamá era supervisora escolar en una escuela cercana.
Ese día el número siete dejó de serlo para darle su sitio a él, pero aun cuando
yo ocupaba el puesto número seis, lo sentaron delante de mí. Era raro, tenía
una ceja y eso no lo había visto antes; una piel muy blanca, casi transparente
y una estatura que desafiaba a la del más chaparro del salón en ese entonces;
el uniforme planchado, corbata y manga larga, los libros completos en una
mochila diferente a las que se usaban y bajo el brazo un cuaderno de dibujo.
Nadie lo presentó,
solamente llegó en la clase de Alma Irene, a segunda o tercera hora, y le
asignó ese lugar. Le ofrecí el horario y pude ver en su cuaderno de dibujo
algunas líneas que representaban muy bien e E.T. El Extraterrestre, pregunté si
él lo había hecho y por respuesta tomó su lápiz de dibujo y continuó su
autoimpuesta tarea. A los pocos minutos me mostró el trabajo terminado: le
había agregado unas cejas enormes, un cigarrillo y una lata de cerveza al
dibujo. Cuando lo vio La Tuza, el tremendo del grupo, le apodó CJas, y poco después CJ Mckey.
Mis hermanos y yo |
Aparentemente no le
molestaba que le llamaran así, sabía que pasaría. Por si las dudas, aquellos con
quienes me juntaba lo adoptamos como propio y desde entonces creo que la
afinidad se hizo presente, al grado que tiempo después decidimos, así como es
de arbitraria la vida, llamarnos hermanos, de eso ya treinta años. La idea
sonaba un poco loca porque siento que a sus papás no les gustaba la idea siquiera
de que se juntara conmigo, y a los míos que buscara más la compañía de ajenos
que a los propios de la familia, pero tendrían que entender que eso no iba a
decidir nadie más que nosotros.
En estos días escuché
que los hermanos, hermanos de sangre y apellido, son los amigos que te envía
Dios y que los amigos son la familia que uno elige para sí; y no estoy seguro
de que Dios tenga algo qué ver en eso pero suena con madre la idea porque hace
mucho sabía que uno escoge a su familia en sus amigos y que, aunque te
distancies de ellos por los motivos que sean o no comulgues del todo con sus
ideas, cosas no presentes entre mis hermanos, siguen siendo familia.
Hace
una semana mi hermanito partió y me dejó un hueco grande en el pecho. Peleó valientemente
contra el cáncer y éste lo noqueó en el décimo segundo round. Quienes vimos la
pelea desde la segunda fila pudimos escuchar los gritos desaforados y confusos
de los de la primera que exigían más de lo que apoyaban y que recriminaban más
de lo que aportaban. Mi hermano se reía de ellos, de todos, incluyéndome. Él tenía
su propio ritmo y dejó la bronca para los que se quedaron detrás de él.
Su
hijo, su esposa, sus padres y sus hermanos de apellido, seguramente tuvieron
una semana difícil para acostumbrarse a la idea de que ya no está, de que
perdieron el vínculo que los acercó estos meses. Mi semana también fue difícil,
no pasó un solo día sin que pensara en él, en lo que pasó, en lo que se dijo y
lo que se calló, en lo que debió sentir no sólo con su enfermedad, sino al ver
cómo las ruinas seguían de pie contra el vendaval mientras él mismo se
derrumbaba lento.
Hasta pronto.