Nadie y el entrante Secretario General |
Hace unos días concluyó para mí la
responsabilidad de representar a mis compañeros de la escuelita ante el SNTE. Debo
decir que no fue la gran cosa, más bien fue algo así como pasar de ser el
mandadero de ellos, porque así los acostumbró mi antecesor, para convertirme en
el recadero del sindicato. Enfrenté desafíos mínimos que desgastarían fácilmente
la razón de algunos, me agoté hasta el cansancio en vueltas ociosas a las oficinas
de la Sección XXI y me harté de trabajar solo en la escuelita contra aquellos
que creen que desde esa comisión se logran beneficios personales gratis.
Mi experiencia en ese camino me lleva a
replantear las funciones del Secretario General de una delegación sindical que
pertenece al SNTE:
- Debes hacer para los demás, porque cualquier cosa que hagas para ti es mal vista, aunque te la hayas ganado al cubrir todos los requisitos como cualquier agremiado;
- debes hacer para ti, porque de otra forma eres pendejo;
- debes acudir puntualmente a los llamados, sin importar que sea domingo a cambio de nada;
- debes entender que todo es más importante que tú mismo;
- debes tener la habilidad de amenazar a los compañeros de contrato, sin que suene a amenaza, de que acudan a los eventos donde se necesita bulto;
- debes quedarte callado cuando observas que se desarrolla algo injusto contra alguien, porque de otro modo te marginan, hasta que te vuelvan a citar en domingo;
- si intercedes por aquellos que te brindaron su apoyo cometes una injusticia porque todos requieren ese apoyo;
- si consigues un beneficio para alguien que no seas tú, es un derecho que tu compañero tiene y tu obligación otorgárselo, aunque días antes te hayan mentado la madre;
- si el beneficio implica más trabajo (aunque eso implique más sueldo) no es beneficio, sino motivo de una mentada de madre;
- si eres capaz de codearte con las grandes cacas del sindicato, o las medianas e incluso las chicas, eres también una mierda porque nadie escucha las necesidades reales de nadie;
- todo lo que digas será utilizado, tarde o temprano, en tu contra, tanto en las oficinas del SNTE como en tu delegación;
- y cosas por el estilo…
Cuando llegué al cargo, por el voto de
la mitad más uno de mis compañeros, era más que palpable la fractura en el
plantel: unos protegían sus intereses personales, otros su bolsillo, otros más
justificar su poca presencia académica, unos más orgullo y otro su reputación. Mi
interés era sacar el control delegacional de la dirección. Lo logré. Entregué una
delegación entera, con los mismos intereses en juego, pero con un solo
candidato. Bien planeado, bien pensado, bien jugado, muy cansado.
El jaleo comenzó temprano, nadie más que
yo en la delegación sabía la fecha del cambio. Todos la esperaban en noviembre,
diciembre, enero, febrero; yo seguía diciendo que sería en abril o mayo, y
cuando todos los cabos estuvieron amarrados, llegó visita a mi escuelita para
poner los puntos sobre las i’s. Al día siguiente la convocatoria. Ya todo
estaba armado: la carpa, las pistas, las luces, el público, el circo entero. Todo
estaba dispuesto y la mesa servida. Festejaron el triunfo amigos y detractores
juntos; una vez más la promesa de amor estaba hecha y se veían todos frente a
frente, sin agachar la mirada, sonrientes porque todo salió como lo planearon,
como lo había visualizado.
Sofía y Elizabeth |
Los corajes, decepciones, burlas,
desaires, trabajos forzados y más cosas que enfrenté, allí se quedan. La gente
a quien pude ayudar se queda con el beneficio obtenido; mientras, seguiré
rogando en las oficinas del SNTE ser escuchado. Sólo una voz me reconfortó una
tarde previa a la conclusión de este capítulo, sólo una voz en poco más de tres
años hizo un alto para decir gracias,
por treinta y tantos días de trabajo, cuando otros, por poco más de tres años
de lo mismo, nunca pudieron articular esas seis letras. ¿La verdad? No lo
necesité, pero cuando escuché por teléfono ese gracias, me sentí recompensado por el esfuerzo.
Gracias.