La Muralla del libro es una actividad que realizan mis alumnos adolescentes en su comunidad. La idea es el intercambio de libros entre ellos, de modo que si aportan uno, dos o cualquier cantidad de libros, pueden llevarse la misma cantidad a su casa con el compromiso de leerlos. Lo libros no necesariamente tienen que ser propios, pueden hacer una colecta entre los vecinos que quieran hacer espacio en su librero o deshacerse de de esas cosas que nivelan la mesa de la abuela.
Esta actividad inició en la Normal Superior allá por el año 2000, cuando el Fer, entonces responsable del Depto. de Difusión Cultural, sacó un montón de libros que se iban a tirar y los puso en una mesa para que se los llevaran los normalistas. Después de eso, los alumnos de la especialidad de Español, y de otras, se dieron a la tarea durante tres o cuatro años de repetir la misma acción cada vez con más y más libros de todo tipo: literatura, divulgación, chismes, escolares, especializados, etc.
Ahora, desde hace cinco años, los chavos de la secundaria 6 en Escobedo, han adoptado esa misión de reunir libros para llevarse libros. Puede sonar extraño que los adolescentes estén interesados en el material impreso, pero es cierto que participan convencidos de recuperar en letras lo que dejan en la mesa.
Lo que opaca el entusiasmo de mis alumnos es el hecho de que muchos maestros de esa escuela no se interesan en nada que tenga relación con la lectura, y hasta interfieren con la actividad de los alumnos si se relaciona con libros; muchos no entran a la biblioteca a menos que se ofrezca un almuerzo o haya una junta, de esas engorrosas, que convoca la dirección.
La actitud de los maestros difícilmente se puede modificar, la de los alumnos confío que se fortalezca en cuanto a la participación y que crezca en lo que respecta al gusto por la lectura. El año pasado, gracias a Guillermo Berrones y otros comprometidos con la promoción de la lectura, se reunieron más de mil libros para la Muralla con la intervención de cerca de 200 muchachos… Eso es mucho para quienes piensan que no leen; y tal vez no lo hagan, pero qué importa si están cerca de la lectura y del material que la difunde.
Este año el reto es mayor, tenemos el compromiso de reunir una cantidad mayor de libros y participantes, no porque sea una promesa ni nada por el estilo, sino por el simple hecho de ganar cada vez más lectores en las aulas de mi escuelita; lo malo es que ya no tenemos a un Berrones con la facilidad de antes para donar libros, lo único que queda es confiar en que quienes colaboramos con esta tarea logremos, independientemente de los números, convencer a los muchachos de las ventajas de ser lector.