jueves, 8 de mayo de 2008

Luna

Ahí estás, lo sé. Esperas un momento más antes de entrar; cuando lo hagas, estaré aquí aún como hace tanto tiempo, solo, muy solo...


Me acomodaré entre almohadas que cubran mi cara de ti, pero me pondré insistentemente debajo de ti para que también tu puedas ver mi torso desnudo y poco atlético retorcerse acompasadamente mientras lo tocas lasciva.


Me mojarás con recuerdos de cosas vividas en esta cama con ella. Te gusta saber qué me altera, te gusta saber que controlas mis sentidos. No. Mi memoria. Tienes ventajas sobre mí. Muchas, aunque tu memoria no es tan buena: yo sigo recordando su piel, mientras tu olvidas la mía después de cada noche. Esa es mi ventaja: siempre seré uno nuevo en ti, aunque cada vez sea más viejo.


Me sentiré halagado por tu visita y me disculparé mañana por no haberme dado cuenta de la hora en que te fuiste. Como siempre no escucharás y aquí estarás cada noche mientras puedas. Recordando. Sintiendo. Llorando... Muriendo.


Te moverás despacio sobre mi. Me harás el amor hasta saciarte. Yo no me enteraré, sólo me quedará tu brillo, ni siquiera un aroma, mucho menos un suspiro, un gemido...


De ella me queda todo menos su presencia, lo sabes y te burlas por eso. No me importa. Debes saber también que mientras cruzas el umbral de mi habitación es a ella a quien respiro, en quien sueño, a quien amo... a quien amo.


Si, lo sé, no te importa. Por eso seguirás aquí, conmigo. Me dormiré despacio y así te irás.


La oscuridad seguirá contigo y el día llegará a donde estoy irremediablemente. Al despertar ella seguirá conmigo y tu sin mi. Cuando vuelvas será ella quien esté presente y tu seguirás siendo una sombra luminosa.


No serás más luz. No serás más luna. Seguiré siendo tuyo mientras puedas, mientras yo quiera, mientras ella vuelve.